Ligar con la informatica, por egoland


Amigos,
esta tarde he entrado a una tienda de informática a comprarme un pen.
Como entenderéis, lo último que uno pìensa que se va a encontrar en una tienda de informática es a una mulata de metro ochenta, con un escote espléndido y con unas gafas de intelectual que optimiza las fantasías que te haces al verla.

¿Cuantas dependientas de informática mulatas tias buenas deben haber en el mundo?

No más de seis.

Pues una de ellas se cruzó ayer noche en mi camino.

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Yo había quedado 20 minutos después con una amiga. Por lo que soportaba el peso de la compra para la cena.
Vino, sepia, tomate y demás...

Había coger turno y así lo hice.

Observándola me dí cuenta de que un compañero suyo, también detrás del mostrador, le indicaba cosas innecesarias, y ella con diplomacia le contestaba que “sí” y que “gracias”.
La cosa estaba clara, ella estaba empezando en la tienda y el encargado que se la quería follar como fuera.
Entonces, llegó mi turno.
-Dime- me dijo el chico.
Yo estuve a punto de decirle lo que quería. Pero, amigos, quise morir con las botas puestas.
-Verás, tú y yo tenemos algo en común.
-¿El qué?...- me contestó extrañado.
-Los dos queremos cenar con la dependienta mulata- le dije con una sonrisa. –¿Me dejas intentarlo?
Pedirle permiso supuso forzarlo a una complicidad que él no deseaba y que no se esperaba.
Dudó unos instantes y le guiñé un ojo. Entonces sonrió. Y se apartó pidiéndole al cliente que venía detrás de mi que se acercara a su parte del mostrador.
Había conseguido que mi mayor obstáculo se convirtiera en mi ala. ¿Cómo? Sin trucos, sin mágia, solo diciendo la verdad y haciendo de su situación de poder un arma contra él mismo.
A veces amigos, los magueos deben hacerse al revés.
La mulata vino con una sonrisa a atenderme. Yo previamente me había colocado en una esquina para AISLARLA al máximo que daba nuestra situación.
-Dime.
-Pues verás, quiero un PEN.
-¿Cómo lo quieres?
-Lo quiero con tu telefono.
-¿Cómo?- pronunció ella.
Sonreí. Había que jugar la verdad. Y solo podría cualificarla con perspectiva del yo.
-Ya sé que es una locura, que no nos conocemos de nada. Pero desde que he entrado he sentido que quiero conocerte porque no puedo dejar de mirarte.
Ella rió. Se puso todo lo roja que se puede poner una mulata. Había que facilitarle el camino.
-Apúntamelo en el ticket de compra ahora cuando vayas a por el pen.
La mulata flipaba.
Vino con el ticket sin el teléfono.
-No te voy a dar el teléfono. Pero acabo a las 8.
Su factor fulana había salido. Era obvio. Pero ahí estaba su puerta abierta. Acababa a las 8.
-¿Me recoges en la esquina a las 8 y cuarto?- me dijo con su acento caribeño.
¡Mierda!... la cosa había ido mejor de lo que yo creía.
En veinte minutos yo tenía una cena con una amiguita y la mulata quería verme hoy mismo.
-Pues no. No te recojo a las ocho y cuarto hoy porque tendría que ponerme guapo para ti y no me va a dar tiempo. Pero pasaré mañana a esa hora por esa esquina.
-Ok.
Pagué mi pen y me despedí del chico con un “hasta luego” y un gesto de resignación fingido comunicando un “no lo he conseguido”, “seguramente está loca por ti”.
Ayer estuvo genial mi cena, pero esta tarde a las 8 y cuarto tengo una cita.
saludos




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1 comentarios:

Anónimo dijo...

Impresionante interacción directa, sin rodeos y a la vez elegante y masculina.
Me encanta esta forma de actuar con una mujer.